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El estigma social de las adicciones y la salud mental.

Metafóricamente, estigma se refiere a “una marca negativa que se le asocia a una persona”. Esta palabra viene del latín “stigma” y este del griego ”στίγμα” (stigma). El antecedente, más remoto que se tiene de utilizar este concepto en las personas se dio en la edad media (500 – 1500), cuando a las personas (Francisco de Asís 1181-1226) les surgían llagas en algunas partes del cuerpo, sin razón científica que las explicará, y debido a la similitud a las marcas infligidas a Cristo en su crucifixión, las denominaban: “los estigmas de cristo” y debían estas ir acompañadas de tormentos físicos y morales. Aquí la “estigmatización” del evento sobrenatural tenía dos vertientes en su génesis: Si eran adquiridas congénitamente se consideraban un “don divino” y si eran causadas intencionalmente por el mismo sujeto que las portaba, las consideraban una “obra diabólica”.

Como hemos visto, esta manera de explicar un evento físico subjetivamente (no propio de la ciencia) es utilizada de forma milenaria y en su momento, ese tipo de “explicación dogmática” ha sido muy utilizada, a través de la historia, para beneficio e intereses del sector o cúpula dominante de las sociedades, como una herramienta que se utiliza para la exclusión o rechazo de gentes, cosas y/o lugares, por ejemplo: se puede estigmatizar un alimento “frijol” con una condición económica de “pobreza” como no apropiado para gente rica y por ello el rico no lo consumiría ni ofrecería a sus invitados a comer y así favorece el comercio y consumo de otro alimento apropiado para ese sector.

Stucchi-Portocarrero (2013) distingue 5 momentos históricos, donde esta forma de pensar ha incurrido en intervenciones; luego entonces a través de la historia se ha estigmatizado a las personas por alguna condición biológica, racial, religiosa, étnica, geográfica, credo, ideológica, política entre muchos otros; los propósitos de usar la “estigmatización” son aún mucho más diversos ilógicos e insanos y en el campo científico, estos esfuerzos para erradicar dicha práctica están aún en un nivel incipiente. En nuestra época, aunque es por todos los sectores académicos, empresariales, políticos y sociales consensado la primacía que debiera tener el enfoque científico en el análisis y explicación de cualquier evento de la naturaleza, aun prevalecen prejuicios, supersticiones, estigmas, y etiquetas, que opacan nuestra lente para ver con claridad y objetividad a dichos eventos. Pese a que desde 1950 el “alcoholismo” tuvo por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) un dictamen científico, que estableció las bases para que fuera abordado como una enfermedad crónica y no como una debilidad humana. Dicho hito médico se extrapolo hacia las adicciones y enfermedades mentales, que hoy son diagnosticadas y compiladas como Trastornos Mentales o del Comportamiento (TMC´s) en los manuales diagnósticos (DSM-V y CIE-11).

La Política de Salud Pública de nuestro país indica en su actual reforma (2023), que en su abordaje como enfermedad se priorice los aspectos preventivos de la misma; No obstante, muchas de las personas que padecen algún tipo de trastorno siguen padeciendo ante todo la misma estigmatización del medievo, sufren de la exclusión, el rechazo social, siendo aun “estigmatizados”: como personas que en vez de enfermas se piensa son débiles mentales, personas sin carácter o voluntad, que están poseídos del demonio, tienen alguna maldición o víctimas de alguna salación o hechizo, concepciones que solo generan el estigma como obstáculo para solicitar ayudar.

La adicción o trastorno mental entendida como enfermedad en una persona, se manifiesta públicamente a través de comportamientos erráticos con consecuencias negativas que incluyen problemas legales, laborales y de relación, que la persona realiza contra su voluntad, debido a que ese comportamiento es inducido por la sustancia consumida. Comprensiblemente, este tipo de consecuencias causan vergüenza y gran distensión entre la persona “estigmatizada” y la familia, también se crean, por parte de la sociedad, actitudes hostiles y percepciones erróneas sobre el adicto y su familia, respuestas que por su peso social perpetúan y exacerban la vergüenza privada, produciéndole así a la familia un obstáculo para pedir ayuda y por ende, poner en riesgo la vida de la persona “estigmatizada”.

Esta combinación de vergüenza personal y estigma público ha producido una enorme barrera para abordar el problema del familiar adicto en el hogar. El estigma impide que la familia obtenga la ayuda que necesitan. Lo irónico es que muchos de los síntomas conductuales negativos y estigmatizantes asociados con la enfermedad de la adicción tienden a disminuir y disminuir cuando se abordan y manejan adecuadamente ya en la recuperación del familiar y la familia.

A nivel individual y familiar, la adicción al alcohol y las drogas se considera tradicionalmente un asunto privado, algo sobre lo que solo se habla en voz baja. Incluso cuando los síntomas de la enfermedad son obvios para todos, las personas y las familias con demasiada frecuencia evitan buscar ayuda por temor a reconocer el problema. Esta es una de las razones por las que solo uno de cada 10 personas que tienen un trastorno por uso de sustancias recibe atención profesional.

A nivel comunitario y social, el mismo trasfondo del estigma de la adicción mantiene a la adicción a las drogas y al alcohol subdiagnosticada (es un vicio), subtratada (internamientos) e incomprendida por muchos profesionales de la salud por una falta de educación sólida sobre el tema en las facultades de medicina, especialmente en comparación con el abordaje que se realiza sobre otras afecciones de salud crónicas, como enfermedades cardíacas, asma y diabetes.

El no romper con estos estigmas conlleva a seguir cometiendo los siguientes errores:

  1. retrasar el pedir ayuda.
  2. complicar el proceso de desintoxicación.
  3. discriminación y rechazo social.
  4. dificultades para acceder al mercado laboral.

Por lo tanto, si usted, algún familiar o conocido padece de esta situación, no tiene que sufrir en silencio y no debe sentirse avergonzado(a) por la adicción de su ser querido, no tiene nada que ver con usted, su crianza, su estatus social ni sus amistades, no tiene nada que ver con la presencia de la adicción en su familia y ninguna parte suya tiene la culpa. Estamos hablando de una condición biológica que tienen ciertas personas, que los hace responder de forma diferente a las demás personas, cuando tienen el contacto de sustancias psicotrópicas o alcohol en su organismo.


TEMA CONTENIDO EN EL LIBRO: “Como blindar a nuestros hijos contra las adicciones”. 2022 – 2da. Edición por Casa Mispah – Ediciones. México.

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